La pandemia por el COVID, que nos obligó al encierro, dejó muchas cosas negativas, pero también dejó cosas positivas. Entre ellas, la idea de generar comunidad, agruparse y vivir esta situación juntos y apoyándonos. Recién comenzó la pandemia, mi amigo y colega Juan Camilo Mayorga, me invitó a hacer parte de una radio en vivo que llamamos "The watermelon club", fue una linda experiencia; a pesar de ser ilustradores, de lo que charlábamos era de la música que nos gusta, invitábamos amigos a hablar de sus géneros musicales favoritos, y así pasábamos las noches de los viernes de encierro juntos. Alcanzamos a hacer 30 programas con un promedio de 30 amigos que se conectaban a chatear en la plataforma de Mixlr.
Congregarnos generó iniciativas e ideas, una de ellas fueron las consignas de ilustración que publicábamos en Instagram, nos proponíamos un reto y publicábamos los resultados con el hashtag: #eltalllerdeilustracion
Una idea que surgió a partir del programa Watermelon, fue hacer unas "crónicas" musicales, que más bien serían anécdotas e historias personales de nuestra relación con la música. Lo interesante es que éramos ilustradores queriendo escribir, y esa necesidad de aprender a escribir cada vez mejor nos llevó a crear nuestros propios talleres de escritura. El grupo se fue depurando y quedamos cuatro dedicados a escribir nuestras crónicas: El profe Carlos Riaño, Carlitos Diaz Consuegra, Gastón Hauviller y yo.
Las reuniones eran virtuales, Gastón desde Argentina, Carlos Díaz desde Bucaramanga, y el profe y yo en Bogotá. Cada uno sacó su repertorio de ejercicios de escritura vistos en distintos talleres, libros sobre escritura creativa, referentes literarios y demás recursos. Fue súper enriquecedor, aprendimos mucho el uno del otro y generamos disciplina, nos reuníamos una vez por semana. Aún nos seguimos reuniendo, con menor frecuencia.
Después de un buen tiempo de dedicarnos a escribir, (tal vez un año, no tengo bien la cuenta), decidimos ponernos a trabajar en nuestros proyectos personales de libros ilustrados: álbumes, silentes, experimentales, en general, libros. Cada uno aportando desde su experiencia, Gastón y yo ya tenemos libros publicados hace un tiempo, los Carlos se estaban animado a crear sus propios libros, fue un apoyo mutuo. El conocimiento del profe desde la academia como maestro de ilustración y diseño en la Universidad Nacional, la experiencia de años como ilustrador de oficio de Carlos Diaz Consuegra, los conocimientos de escritura, ilustración y psicoanálisis de Gastón, y mi experiencia como autor integral de libros ilustrados, fue y sigue siendo un complemento ideal para ayudarnos con mirada crítica en la evolución de nuestros libros.
Entonces, decidimos darle nombre a este colectivo, valorando y fortaleciendo la idea de que la ilustración y la autoría de libros es colectiva y se apoya de distintas personas para que un libro surja, el colectivo se llama: COROCORO. En parte por la sonoridad y la idea de cantar juntos en coro, y también porque nos gustan las aves y el Ibis escarlata es llamada así, Corocoro.
En lo personal, trabajar en equipo y con la opinión de colegas en los que confío, y de los que sé que hacen sus comentarios con respeto y cariño, me ayudó a crecer un montón. Me impulsó a ser más efectivo con mi trabajo y a ganar más seguridad como autor. Creo que la mirada de otros, destraba cosas que uno a veces no percibe, y los proyectos avanzan mucho más rápido, han sido los años más productivos y de mayor publicación que he tenido.
Mis colegas también se impulsaron, Gastón tiene ahora más confianza en su obra y está publicando sus libros en diversas editoriales, lo mismo los Carlos tienen una lista grande de proyectos en proceso, con compromisos editoriales y próximos a ser publicados, eso nos tiene muy motivados y contentos.
Entre los libros que trabajamos o estamos trabajando, hay libros que teníamos guardados hace años y que este colectivo ayudó a sacar de los cajones, también proyectos nuevos.
Estos son algunos de los libros que ya está publicados, en proceso o por publicar, y que han sido parte de lo que llamamos "clínica de libros":
Carlos Riaño: Rima, Un cuerpo, Una hoja de papel.
Carlos Díaz Consuegra: Un pulpo, La señora pita, En un río, De dónde viene ese ruido.
Gastón Hauviller: Cuando te vas, Emocionario ilustrado del doctor Lacabre, Rey, Abran la puerta, Anoche me soñé Dragón, Boca bocadito.
Dipacho: Algunos y los otros, Cuando seamos ranas, Rueda que rueda, Pio Pio, Tortuga.
Y libros en coautoría entre algunos de nosotros como: Había una vez un ave, De acuerdo, Los piratas del pelopincho, Invasores.
Se viene una oleada de libros ilustrados generados en este espacio, y de los que ustedes irán teniendo noticias.
Hubo un proyecto editorial en especial, en el que participamos como colectivo, lo hicimos junto con Marcela Escovar, amiga que dirige el proyecto Picnic de palabras, y que tiene la intensión de promover la lectura en la ruralidad y los lugares donde es más difícil que los libros lleguen.
Nos interesó mucho poder participar de un proyecto social, y creando una colección de libros cuyo nombre es: Arribabajo. Pero de esta colección les contaré en otra publicación de este blog, por ahora les dejo las portadas de los libros que hicimos:
Concluyo, haciendo una invitación al trabajo en equipo, a la colaboración, a entender que una obra, a pesar de ser de nuestra autoría, es construida por varias personas que hacen parte de una cadena, en nuestro caso editorial: Hay lectores, editoras, escritoras, ilustradores, impresoras, promotores de lectura, bibliotecarias, libreros, distribuidores, correctoras de estilo, diseñadores, diagramadores, traductoras, agentes, críticas literarias, en fin... Un montón de gente, que le aporta a que la obra crezca y sea publicada. Y en el caso de la creación artística, qué lindo es saber que tenemos referentes, influencias, maestros, colegas, amigos, gente alrededor que le aporta a nuestro trabajo. No estamos solos y la obra pasa a ser de todas y todos.