Hacer ilustraciones para niños no es hacer muñequitos tiernos y felices con muchos colores para alegrarles la vida a los niños, pero tampoco se debe pretender un desprendimiento total de los sentimientos que evocan la niñez. Si se hace una ilustración con contenido tierno o alegre debe ser con un sentido específico y no porque se supone que así debería ser. Los libros infantiles acercan al ser humano a la lectura y trabajan los primeros contenidos que, en parte, colaboran en la formación de una persona. Ser críticos con esos contenidos sería lo más responsable y lo ideal.
En Colombia, como en buena parte de Latinoamérica, los estándares comerciales y de marketing han establecido una serie de parámetros y cánones que clasifican los libros por categorías temáticas y edades de lectura. Es difícil que los libros que se salen de estos parámetros sean publicados por grandes editoriales y, por lo general, caben en colecciones de algunas pocas editoriales independientes. Por este motivo se suele generalizar lo que “debe ser” para niños y los libros que llegan con más facilidad a las manos de padres y niños generalmente son los que tienen mayores posibilidades de distribución, debido a esos estándares de ventas. Muchas veces pasa que es más lucrativo vender un libro con un personaje conocido de la tele que un libro de autor.
Cabe resaltar que detrás de los contenidos de los libros para niños hay varias personas que han estado trabajando en la realización del producto final, personas que tienen un criterio, una forma de ver la vida y de opinar. Por eso es necesario que el adulto se acerque al libro y conozca sus contenidos, que sea analítico y crítico frente a ellos, para que los contenidos que lleguen al público infantil sean sensatos y coherentes con lo que en realidad se les quiere mostrar.
*Este texto hace parte de mi trabajo de grado: Completo e incompleto, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2011.